domingo, 10 de abril de 2011

Antonio

Antonio tenía ochenta años. Vivía solo en un pequeño departamento. No tenía esposa, ya que esta había fallecido hace un tiempo. Tampoco amigos, quienes al igual que su mujer, se fueron yendo con el correr de los años. Sus dos hijos casi nunca iban a visitarlo. Cada tanto y cuando se acordaban lo llamaban por teléfono. Antonio a veces se sentaba en una plaza a tomar aire o fumar un cigarrillo mientras contemplaba el verde de las plantas. Otras se quedaba en su casa mirando televisión o escuchando tangos por la radio. No tenía prisa alguna. Ya que estaba jubilado y no trabajaba.Buena parte de los días también se la pasaba recordando. Pensaba en Martha, su esposa, a la que lleva mas de cinco años sin verla. En las veces que estando todavía de novio la pasaba a buscar por la casa con su antiguo Fiat 600 para llevarla al cine, en los Viernes en los que ya casados iba a cenar con ella y un matrimonio amigo a una pizzería del Centro, en el viaje a Córdoba que hicieron hace algo mas de una década y vieron nevar por primera vez. También le venían imágenes de su antigua casa. Donde aún vivía junto a Martha , sus dos hijos y una perra que tenían. Cuando casi todos los Domingos preparaba asado para toda la familia sumados a sus padres y los de su esposa. Donde sus hijos traian a jugar a algún compañerito de la primaria y él siempre los recibía contándoles chistes. O las veces que ya en la secundaria él los ayudaba con las tareas.Recordaba a sus amigos. Con quienes iba a un viejo bar que quedaba en Paternal y permanecían largas horas hablando de todo un poco. De política, fútbol, mujeres, etc. Cuando salía con varios de ellos al hipódromo o las tardes que junto a José y Carlos tomaban el tranvía para ir a la cancha. Ya que estos al igual que él eran de San Lorenzo.Y dentro de esos pensamientos tampoco podían faltar sus padres. Las mañanas que acompañaba a su madre a comprar pan, donde el panadero por ser un buen niño siempre le regalaba una medialuna. Las veces que se sentía mal y ella le tiraba la espalda. Veía a su padre. Un hombre robusto, trabajador. Casi todo el día encerrado en su ferretería. Pero que la mayoría de los Viernes cuando volvía de su trabajo lo sorprendía con helado o caramelos. Sin embargo todo esto no existía. Era parte de un pasado que se había ido. Ahora estaba él solo sentado en una silla pensando y recordando aquellos viejos tiempos. En una habitación semioscura. Con una persiana que se había roto y no dejaba que entre la suficiente luz. Con un techo descascarado y manchado de humedad que necesitaba urgente una mano de pintura. Con el polvo que no paraba de acumularse entre los rincones de un descolorido piso de madera.Se sentía una especie de desterrado. Que estaba en un tiempo que le era totalmente ajeno. No tenía con quien hablar ni sitio donde ir. Sus únicas obligaciones eran comprar alimentos, remedios, cobrar la jubilación o pagar algún que otro impuesto.Una tarde mientras caminaba sintió un viento extraño. Que le traía voces de amigos y familiares que ya se habían muerto. Hasta oyó llorar y ladrar a su vieja perra que tampoco se encontraba. Tambien empezaba a escuchar que estos le gritaban frases como " no te quedes solo, te vas a enfermar", " vení con nosotros que te queremos", " hace mucho que no nos vemos, te extrañamos" .Sin embargo Antonio seguía caminando. Las ráfagas iban en constante aumento. Le volaron la boina que llevaba en la cabeza. La ropa le bailaba y tuvo que ponerse los anteojos que tenía en el bolsillo. Si no se le hacía imposible mantener los ojos abiertos. A pesar de esto no se detenía. Aunque a veces se agarraba de alguna reja o columna para no caerse.Pero finalmente el viento pudo mas. Terminó arrancando la manija de un portón donde se había sujetado y lo arrastró con furia varios metros hasta que se estrelló contra una pared. Luego su cuerpo quedó inmovil con los ojos cerrados tendido en el suelo. Las ráfagas automáticamente pararon.Después de un tiempo Antonio despertó. Pero ya no estaba ahí en esa vereda frente a aquella pared donde había quedado tirado. Sino que se hallaba en otro mundo que jamás había visto pero que le resultaba mucho mas familiar. Donde pudo reencontrarse con su mujer. Acariciarla, besarla, invitarla al cine. Ir con sus amigos a la cancha o tomar algo en algún bar. Volver a jugar con su perra, hacer asados, acompañar a su madre a la panadería o dejarse sorprender con las golosinas que le traía su padre al regresar de su trabajo.