lunes, 31 de agosto de 2009

Aquí estoy

Como lidiar con los problemas ajenos que se nos presentan a diario si no estamos preparados para poder dar solución a los nuestros.
Significa esto que no podamos ocuparnos de apoyar a otros que pasan por momentos que no son agradables, para nada. Significa que otros tienen asuntos más apremiantes o son más débiles en ciertos aspectos que confrontan en sus vidas y es necesario disponer de nuestras reservas de amor y compresión y porque no, de la propia sabiduría que por diversas situaciones la vida nos ha dado, para ayudarlos y fortalecer, con nuestras palabras y acciones esos momentos que a todos en la vida nos llegan.
Desprendernos un poco de ese girar en torno a nosotros, abre un campo de posibilidades magnifico, donde escuchamos al otro, que no deja de ser un yo desde su propia perspectiva y juntos construimos áreas de serenidad y confort que alivian un poco las penas.
Cuantas veces no ha sucedido que ante eventualidades del vivir, buscamos a tal o cual persona, que con palabras calmadas y sabias nos hace meditar y aceptar los senderos inevitables por los que transitamos. Un brazo sobre el hombro, una palabra de cariño, una sonrisa compartida, una oración a un único Dios aunque ambos lo vean desde sus respectivas culturas, un café con o sin azúcar, y hasta una lagrima que moja las mejillas de ambos, reconfortan y animan, desde el fondo de cualquier dolor, de cualquier sufrimiento.

Llorare tu llanto y lloraras el mío, junto seremos las riveras de un rió si es preciso llorar, y después como hermanos que la vida quiso en su dolor unir, cantaremos nuestras penas para que las escuche el viento a sabiendas que el amor soldó para siempre nuestros sentimientos haciendo de una pena la pena de los dos, haciéndonos fuertes para vencer a pesar de todo.

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