Hoy me llegó un correo en el que se me enviaban cincuenta escritos, el autor Héctor Cediel me invitaba de esta forma a conocer sus escritos y no solo eso me los cedía para que los diera a conocer en el blog, entre amigos, entre aquellas personas a las que les interesara pasear por sus paisajes esculpidos en forma de palabras, palabras que cobran vida más allá del papel. Yo no me lo he pensado dos veces y he decidido que lo conozcáis a través de sus palabras, yo ya me he adentrado en ellas y tengo que decir que me han enamorado, un gran descubrimiento que deseo compartir con todos vosotros. Ahora sois vosotros los invitados, si os gustan tenéis la labor de compartirlos, un bello gesto.
Sin más os dejo con el autor.
¿QUIÉN ES HÉCTOR CEDIEL?
SOY CEDIEL. HÉCTOR CEDIEL
Soy Cediel. Héctor Cediel
He vivido para mis versos
y por eso brota sangre turbia
por entre las comisuras de mi corazón
Soy la sonrisa de las historias viejas
El poeta a quién se le mueren los sueños
y se le derrumban los castillos de azar
Soy un sobreviviente de la guerra sucia
Aún me acecha el hambre de los buitres
Los amigos ya no tocan a mi puerta solo me rodean extraños desde que despierto
No sé qué germinará de la tierra mañana
Ni imagino al mundo engendrado por el odio
Mis amigos del alma se han silenciado…
Ahora invento a La Primavera
Hace Sol, pero son tiempos invernales
Las manos de nuestras almas se ensuciaron
Con la sangre de la inocente indiferencia
Las herraduras de la muerte tallaron
Un camino infame hacia la vergüenza
La patria da bandazos como un ave herida
Abandonada a la deriva por la cobardía
Todo mi dolor y heridas son poesía
Hasta el amor fue despiadado
mordiéndome los labios
o arrancándole placer a mi piel con las uñas
No soy viejo ni joven, pero contemplo
Desde las ruinas el umbral de la muerte-vida
Me desnudo. Me despojo hasta de la última prenda
Y le grito al amor que no se muera
Soy Cediel. Héctor Cediel
Y… ¿Quién es “El loco” o “El Perro Vagabundo”?
Héctor “El Loco” Cediel o “El Perro Vagabundo” como le dicen algunos, es hijo de la costa, del Tolima y de Cundinamarca; nació en el año 1951. Publicista de profesión y escritor de corazón, vinculado a la Casa de Poesía Silva, desde hace más de 20 años…El Loco regresó 4 veces del infierno y 4 veces lo devolvió el averno de sus fauces; luego escribió Poesía Prohibida de un perro vagabundo, Palabras de amor de un perro vagabundo, Cartas y otros poemas de un Perro Vagabundo y Andanzas de un perro Vagabundo…que fueron un éxito editorial: ¡Todos se los robaron! y los pocos que se salvaron, se los regaló a conocidos…ahora tiene listo para editar: Cartas de Amor de un perro Vagabundo y para Internet, para una página de erotismo, acaba de escribir cartas extensas sobre El Diván Rojo…Palabras…Conjurando…
La melancolía…Testimonios…Cenizas…buceando…
El libro rojo de un diván rojo…que será su primer e-book…
Hagamos la historia a un lado y dejemos que el siguiente texto nos dé una descripción más detallada…
A MI AMIGO EL LOCO O EL PERRO VAGABUNDO…
Loco, soñador, audaz
Vertiginoso torrente de energía
Trepador de montañas
Conquistador libidinoso de doncellas
Violador de preceptos
Y de esquemas cotidianos
Emprendedor de historias
Y negocios millonarios
Padre putativo
De los damnificados de Armero
Soñador viajero
Del agente del tiempo y del espacio
Escultor de bronces brillantes
Fotógrafo de gigantescos genitales
Amante de mujeres solitarias
Educador de impúberes
Guía espiritual de señoras hipocondríacas
Vendedor de imposibles
Mago, hechicero, alquimista
Poderoso, dandi
Buscador, militante, fanático
Prosélito, armador, pastor
De una islita subterránea
Donde se cambia el alma a quién lo pide
El Loco nació en luna llena
Por eso ríe siempre
Era verano cálido
Y la primera mujer que miró
Desde su cuna:
Le alborotó sus sentimientos
El Loco recorre
El laberinto de la búsqueda
Él, hijo del siglo XX
Habla con la velocidad del rayo
Arma y desarma astilleros imaginarios
Proyecta al universo
Sus descabelladas historias
Comulga con la diaria
Elección de la vida
Llora, se canjea, se vende
Entierra sus tristezas
Y resucita inesperadamente
Un día cualquiera
En las puertas del universo
Mi paz
Mi energía
Mi plenitud
Con profundo aprecio
Manuel Rivas
A LAS FLORESTAS DE LAS ALMAS
A los árboles de Campo Bello
Y a la poeta Graciela Rincón Martínez
Una amante de los árboles
Cuando germinó la primera semilla del azul, nació la vida que agoniza y que se extinguirá cuando desaparezca el último árbol.
He visto el milagro del germinar a las semillas; ver como brota una delicada raíz que taladrará a la tierra y el que será un vigoroso y enérgico tallo; lo imagino robusto, lleno de ramas, dando frutos o simplemente hojas y hojas, hasta transformarse en una enorme sombrilla verde y en un mar de suspiros de vida.
Soy el eco de las voces que escucho, cuando la tierra gime como una criatura maltratada, ultrajada sin piedad o con la más mínima misericordia.
Mi memoria intenta rescatar del olvido, las imágenes de algunos cuadros: el ordeño donde doña Delfina, la toma del agua en el pozo y la carretilla de guadua; las fiestas con vaca loca y castillos pirotécnicos, las procesiones; la huerta de la abuela y las huidas del bobo del pueblo, que eran grandes escapadas de las rabietas de “Arturo Maduro”… a veces percibo el aroma del chocolate, de la aguadepanela o de los tamales…
Crecimos revoloteando como abejas y sonriendo como sandias partidas en dos… como mamoncillos, anones o guamas…
Como olvidar el canto de los toches y de los turpiales; a las gallinas siempre rebuscando lombrices o granitos de maíz o el canto de los gallos pasándose la voz de finca en finca… o el olor fétido de las cocheras… o el aromatizado olor del jarro con leche recién ordeñada…
Quisiera con lágrimas resucitar mis recuerdos. Las hojas del tiempo fueron cayendo una a una; así como fueron desapareciendo personas o simplemente se esfumaron entre los espejos laberínticos del olvido; ni siquiera recuerdo los nombres ni las fechas en las que me cosieron las heridas del alma, dizque para que cicatrizaran más rápido.
No sé si culpar a la muerte de los recuerdos que se borraron. Aún escucho crepitar a los leños del árbol al que venció la edad y el cansancio… cuando un árbol no desea vivir más, simplemente se seca.
Jamás me imaginé que un árbol escuchara tantas conversaciones y secretos íntimos; cuantas ilusiones, cuantos sueños nacieron, cuando nos sentábamos a contemplar al río, al paisaje o a imaginar nuestro porvenir en la ciudad.
Poco recuerdo del niño que fui. Me siento envejecido como un anciano árbol, cansado de dar pasos necios…
Jamás imaginé tanta sabiduría, encerrada dentro del silencio de un árbol; tantas respuestas o sugerencias abstractas como las imágenes que apenas se distinguen entre la neblina.
No entiendo como pueden estar perdiendo batalla tras batalla, si los árboles son titanes inmovibles de la naturaleza; se aferran con sus raíces a la tierra como piedras soldadas con garfios al cemento…
Me encanta escuchar al susurro cuando la lluvia cae sobre las hojas o cuando ventea una borrasca; me encanta comparar al cuerpo desnudo de mi amada con un soberbio árbol hermoso, frondoso, enraizado a los sueños más bellos; sin miedo al viento ni al compartir sus brazos, ni sus frutos, ni sus flores… me encanta el olor a vida y acariciar su piel y disfrutar del vello de sus sutiles fragancias…
Bajo la sombra de un árbol escribí mis primeros versos; mi primera carta de amor; con una amiguita nos besamos y acariciamos por primera vez y a la sombra de un árbol, enterré las cenizas de mi amado padre, para que estuviera cerca para siempre, de los paisajes que tanto amó…
El aroma de las frutas del viento se mezcla con los sonidos de los versos de las canciones que brotan de los corazones y las notas alegres de los tiples y las guitarras.
He aprendido a hablar con el viento, con las miradas, con los ríos y los árboles… para descifrar y comprender mejor a los silencios de las pieles.
Te deshojo como un otoño al que se le arrancan las hojas con la pasión de los ojos de los deseos, que brotan como caramelos del corazón.
Me encanta abrazarme a tu cuerpo mandarino, a ese tronco con sentimientos de naranjal… ignorar las espinas de ese cerco natural que te protege… saciar nuestra sed con el sudor de nuestra fatiga amorosa…
¿Qué pregonarán las flores de los naranjales o de los árboles de mango? Me imagino con los labios pintados con el sabor e sus senos, de sus bajos vientres, de sus ramas… de sus hojas…
Desconozco la edad que les habita por los anillos de los troncos; me maravillo contemplando el verde de sus cabellos y los momentos que paso embriagado por el aroma fresco de sus tiernas hojas; desconozco el poder de las fuerzas con las que se aferran a la vida y la pasión con la que le extraen la savia a la tierra.
Solo los naturistas me comprenden cuando me desnudo, improviso versos o danzo pisando como si fuesen flores a la hierba. Me siento como un río embriagándome con las sonrisas del viento y las flores del paisaje.
Cuando estoy triste, me siento sobre una rama a contemplar la laboriosidad de las hormigas, que son una metáfora a la persistencia. Pocos saben que es cargar durante una vida, un dolor en el alma. No sé para que les sirven las alas a mis lágrimas. Sueño que soy libre de todas las sombras frondosas a las que renuncié, pero al despertar: siempre la realidad me soborna una vez más.
Cuando mi corazón descienda a la tierra, quisiera hacerlo cantando como los pájaros o como el festín que arman las tilapias en el lago, cuando les lanzamos el alimento como si les hubiéramos roto una piñata; quizás para ellas sea el maná y no la zanahoria que las conducirá hacia el holocausto, donde la supervivencia ignora al dolor y a los absurdos genocidios por los que alabamos a un Dios misericordioso y de quién estoy convencido, que padece de azhaimer o que murió hace varios siglos…
Nada me duele más que ver la agonía de un árbol; muere con dignidad, así se reduzca a un hermoso chamizo; a una osamenta donde la belleza no desaparece, mientras que el tiempo, como una indolente caldera se lo devora con lengüetazos de fuego.
Me siento como un heraldo negro cuando escribo o malgasto hojas de papel; que son más que la sangre o la piel que se arrancó a los árboles que sacrificamos, en el más absurdo genocidio contra la vida.
No se si sean los pararrayos de nuestros suspiros o de las miradas enamoradas cuando recordamos y añoramos a nuestras amadas; a esas vaginas generosas que solo nos piden besos y caricias cuando nos pasan cuentas de cobros…
No se si los árboles son los palacios de las hadas o de los duendes; no se si las lagrimas de los árboles se transforman en hojarascas…
Sobre la corteza de un árbol escribí tu nombre y el mío, para que permanezcan como un grito vivo de los silencios de mis sentimientos. Algún día alguien intentará descifrar quienes fuimos, porque solo talle nuestros primeros nombres; ellos permanecerán como una carta sin abrir, navegando por el mar del tiempo, a merced de los pasos de nuestro amado árbol.
Mi tristeza cruje como un montón de hojas secas; convoqué en vano a los colores del arco iris, para pintarle como una máscara amazónica, el rostro a mi tristeza. El viento arrastró todos os motivos de risa.
Imagino a los hijos de los hijos de nuestra sangre, construyendo una casita en el aire, entre los brazos de esta hermosa Ceiba; como las palmeras que sembramos para conservar un testimonio vivo de nuestros recuerdos o esas imágenes que arrastra el río ¡hace tantas cosechas! ¡hace tantos soles y lunas! Que mi alegría desapareció, tomando un rumbo desconocido…
Mi amado Coronel, ya no soy una hoja verde de tus sueños; hoy me siento como un viejo árbol cansado de dar pasos a diestra y siniestro. Le he extraído como las abejas, todo el aroma a la vida; todo el perfume a los sexos de las flores; todo el color a la eternidad que comienzo a escuchar como un saxo, que interpreta versos mirándome a los ojos. No se si pueda disfrutar por mucho tiempo, de la belleza de los árboles de Campo Bello.
Quisiera hacerle el amor a uno de mis pecaditos mortales, cerca al murmullo de las aguas de la quebrada o en el kiosco del lago, bañados y cobijados por la luz del Sol abrasador de media noche; embriagarnos con el encanto de los besos y la desmemoria que nos desconecta de la realidad. Quiero comportarme como un ave de rapiña, engolosinado con tu carne. Vivo tu sexo como un huerto lleno de frutos para un hambriento. Sé mía. Sé mía. Soy como un perro vagabundo o un pájaro carpintero hambreado.
Deshojémonos como abejas libadoras ansiosas; hagámonos el amor con la avidez de una pareja de resucitados o la sed del desierto al cruzarse con un río en el camino. Embriágame con tu savia, incéndiame con el fuego del vino de las palmas; como el agua de los frutos de los cocoteros, que me aprisiona a sus pezones… Amémonos. Soy todo tuyo. Sé toda mía. Extasíame y enajéname con el licor que se añejó dentro de la cava de tu cuerpo.
No me rechaces como una manzana, una pera o una ciruela con un gusano. Apiádate de mi hambruna. Soy inocente como los árboles que caen vencidos por la fatiga. Mírame como una pagina en blanco para escribir tus versos; como esas esquelas que nacieron para solo escuchar palabras y suspiros amorosos.
La vida me habla con la pasión de su sexo, con la ternura del viento, con la sabiduría de los árboles. La vida se viste de fiesta con los colores de las flores; ¡Las mujeres!!!! ¡Todos los seres humanos!!! El cielo me regala hermosos cuadros con sus nubes, bellísimos paisajes y hasta me despierta del ensueño con sus rayos o relámpagos; mis palabras son leves e ingenuas, pero expresan lo que han captado o aprendido mis sentidos… incluido el sexo sentido…
Me encanta el color lapislázuli de mis sueños; los verdes esmeralda de las copas de los árboles o de las huacas naturales de nuestra tierra; me encanta construir sobre el viento, para contemplar los arreboles o el sol de los venados; mientras libo sensaciones sobre la piel desnuda de mi enamorada. Soy un pájaro que me como con los mejores ojos, el sabor del mango, de las papayas o de esas deliciosas sandias, que me exhiben sus piernas y sus bustos como deliciosos melones; me fascina picotear sus carnes y libar con pasión sus bocas. Toda mujer es vino hembra, cuando nos desvela con la frondosa floresta o el boscaje espeso del oasis íntimo de sus cordilleras.
Las cosechas adornan con luces o colores casi navideños a los guayabos, a los mangos, a los naranjos y mandarinos. El aroma surrealista de los frutos maduros, se esparce sobre la piel de la tierra, que ansía ser llovida. Una fragancia a mujer en celo me llega, como las melodías lejanas de una canción de amor; ahora comprendo el amor de mi padre por el campo y los caminos reales.
Hoy desperté sintiéndome pájaro; abrí de par en par las piernas de las ventanas y me crucifiqué al viento para sentir: a la vida viva. Cuando uno se desnuda con la misma ingenuidad de la naturaleza, es porque ha despertado a la realidad de la vida; es porque ha madurado como una buena cosecha; el amor siempre será una sinfonía sinfín de colores y sensaciones… una experiencia amazónica…
Tu falda esconde como los pétalos de las flores:Tu sexo. Ese volcán de árboles y gritos desesperados de la tierra y de tu cuerpo; Ese mundo rico en absurdos que esconde a una niña, que ansía transformarse en mujer, porque la vida la hizo hembra a la fuerza; madurar no es envolver a las personas en absurdos papeles, como cuando envolvemos algunos frutos verdes, para madurarlos forzados.
Eres la semilla de todos mis frutos. Dentro de tu corazón siempre duerme un árbol, una rica cosecha. La tierra se eterniza aguardando nuestros pasos; nos regala su carne para que nuestras ilusiones depositen sus semillas. Soy un huerto de labios abiertos a las hambrunas de las aves.
Silbo para romperle el miedo al silencio. Salto como una cascada suicida hacia el vacío o como un ángel de piedra en piedra, hasta alcanzar la piedra de los suicidas. Me levanto del sarcófago como un resucitado por tus ardorosos besos. Mi infancia ahora es muerte y mi futuro: Un otoñal atardecer a la media noche; un árbol sin hojas verdes y sin citas con el futuro; un absurdo chamizal de recuerdos muertos.
Añoro la pulpa roja de la sangre de tus besos y el fuego que engendra tu carne, cuando se hambrea en el equinoccio de la alborada; ansío ser el falo que se clava en tu cuerpo, como un tótem tallado por una imaginación perversa; me entristece sentirme como un árbol lleno de ramas estériles, musgos y parásitas. ¡Mi corazón ya no es una flor de cinco pétalos!
Tres veces ayudé a sembrar tomates y tres veces fueron cosechas fallidas; una por exceso de agua, otra por defecto y otra por voluntad divina.”De la tierra brota la pobreza del pobre” pensé en la última siembra. El campo: es la más acertada metáfora del azar de la vida y del destino; pero tú, mi amado árbol, permaneces como un coloso centauro indiferente al sol, a la sed, a la lluvia o al frío… a las miradas indiferentes… a las caricias necias… al terror que inspira una motosierra.
Solo renazco en el amor como la vida cuando llega la primavera o la época de las lluvias. Me encantan las comidas con aroma a leña y sabor a frutos frescos de la tierra; el contemplar a las guacamayas y a los tucanes como si fuesen aves del paraíso; me fascina observar el cortejo de los pavos reales, impresionando a sus hembras con espejismos fantoches o la inocencia de los conejos criados en galpones, que solo es comparable a la de los infantes.
La eternidad es una noche en vela de desamor; nada es más fugaz, que una noche de amor bajo las estrellas. He sido fruto y río. Un mar de soledades y desencantos. Una villa habitada por miedos extraños.
He absorbido como vino, el amargo de mi sangre. Ni una rosa blanca, ni una novia vestida de blanco; la vida se carcajea como una irónica hiena. Recuerdo cuando le arranque todas las hojas a un arbusto marihuano, para que gritara o me implorara misericordia; quedé frustrado como un verdugo al que se le muere la victima, sin decirle ni una palabra; pero le deja grabada en el pensamiento, una mirada que lo desvelará durante el resto de su vida.
Envidio el temple o la dureza del carácter del guayacán o del roble; las rosas a pesar de sus espinas: son demasiado débiles. No conozco al primer árbol que sea invisible a nuestros sentimientos; es irónico que el mundo que ha sido su verdugo, dependa día a día más de ellos, para poder sobrevivir. La amazonía no se puede transformar en un mar de verdes muertos ni los pulmones del cielo, pueden toser más como tísicos; tenemos que respirar vida, enamorarnos del amor y de los árboles, si deseamos subsistir. El talar la selva es apostarle a la muerte, el suicidar por asfixia a los hijos de nuestros hijos; a ser maldecidos, por la sangre de nuestra sangre.
No sé cuando regrese al bosque en la montaña para desnudarme y acostarme sobre el tapete de musgo a sentir la piel de la tierra, al aleteo de las plumas del viento… Añoro alucinarme con la belleza de los verdes; extasiarme con el contraste de la naturaleza salvaje con la sensualidad de la piel… volver a comulgar con el amor, con la vida, con la tierra, con los árboles… Cuando germinó la primera semilla, nació la vida que agoniza y que se extinguirá, cuando se apaguen las motosierras al derribar el último árbol. Amen y amén.
Hector J. Cediel Jr
h.cediel@emrtallercreativo.com
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